lunes, 1 de octubre de 2012

Missolonghi

''Uno gusta de volver adonde fue feliz.''
Quedé mirándolo ceñudamente. Otra vez con sus divagues. Viendo mi cara, rió y continuó con su teorema:
- Si, de verdad Fede. No importa si estamos viejos y todos nuestros amigos están en un cajón. Amamos volver a donde fuimos felices. El lugar físico nos llama como la fogata a nuestros ancestros de las cavernas...
- ¿Aunque cambie todo alrededor?
- Sí, pibe -Susurró como lo hace un género literario olvidado en las ruinas de Petra.
Sonreí extrañado; el también, otra vez. No entendía a qué venía la frase. Quedamos en silencio, contemplando la negrura de la estación bañada en luces mortecinas provistas por el Estado.
Gabriel encendió un cigarrillo, esos Virginia Slims (``Ah, los de mujer´´. Solíamos molestarlo con ello en la Secundaria). Le encantaban -le encantan. Su pasión por lo exótico o lo extranjero, otra vez. Las pinturas de Caspar Friedrich, la obra de William Blake o Lovecraft; ni hablar de sus viajes por Mongolia y Rusia, o su intrincada historia de sexo mirando las ruinas de Angkor Vat. Nunca especificó si era hétero u homo, si fue orgía o qué, pero lo de Angkor Vat era el toque necesario, el único que importaba.
Respiramos hondo, coreografiados desde alguna mano experta.
- Me voy.
Quebró la negrura, que se diluyó en mis ojos como acuarela.
- El exilio de Gardel -contesté defensivamente y a destiempo.
Le dió una fuerte pitada al cigarrillo, mirándome con melancolía bien porteña. Nunca le terminó de gustar la película -siempre prefirió 'Sur'.
- Creo que ahora la entiendo más -gruñó-. Los sentimientos han ganado una batalla. Pero, volviendo a lo mío, me voy de verdad. Adonde fui feliz.
Quedé mirándolo sin comprender. ¿Hablaba de sus pagos de Tandil? ¿De Roma, donde se instaló unos meses en un intercambio de la facultad? ¿Alguna ciudad griega, no se, Missolonghi, donde cayó Byron luchando a los turcos otomanos?
Armé en palabras los misterios:
- ¿Hacia dónde te vas?
- A la casa de mi madre.
Suspiré hondamente. Villa Urquiza. ¿Por qué tanto misterio por eso?
- Volvés con tu vieja. Me decís que volvés a vivir con tu vieja -gruñí.
Asintió litúrgicamente, símil mantis.
- Me jodés.
- Para nada. Chau Devoto, chau laburo, chau parrandas indiscriminadas -Respiró aliviado por la descarga-. Vuelvo a donde fui feliz: a mi infancia. Dominado por mamá, estudiando algo, saliendo una o dos veces, los findes...
Continuó hablando pero mis oídos no oían.  No me interesaba. Lo odiaba. Volvía a ser (o intentar ser) feliz. Yo, con un anillo puesto y sacado, sin madre pero con hijas, no podía rebobinar; pero él, él si podía... Y lo odiaba por tener una vida tan ordenable.
Eché a andar por las calles empedradas, sobrevivientes de una fuga penosa, pedazos de un pasado que se fue para no regresar ni en pesadillas ni en figuras oníricas siquiera. Los adoquines me hicieron acordar a Persia. Las ruinas babilónicas que no volverán a ser el palacio de Alejandro. Así volvía a casa, para el lado del Seminario.


Unos días luego, tuvo la decencia de llamar. Atendí con despecho de pareja quinceañera.
- Sí.
- Fede, escuchame -arrancó Gaby-, no todo tiene por qué cambiar drásticamente. Podemos comer en la estación algunas noches, pasear por la plaza, corr...
- Mentira -susurré.
- Podrías repensarlo... El lugar físico me llamó y no me podía contener. Es instintivo. Es como matar a una vaca para comerla, como...
- Mentira -grité en seco.
Puse el auricular en su lugar. Oía algo... un eco de una caverna.
Fui al baño y lloré cansadamente.


Volví a la estación, paso a paso, reconstruyendo lo que creí presente pero se hizo pasado. Israel, Egipto,  Bizancio, el ritmo del Reino Inglés, Rusia, Estados Unidos, China. Auge y caída, tarde o temprano. El ciclo inmutable de la vida, que deja atrás el hoy, haciéndose ayer. Veía los carteles y las estructuras; todo se tiñió de sepia en un golpe por mas color que haya poseído por parte del neón. Mis ojos no lo resistieron, lloraron conmigo.
Una mujer vino, pidió fuego y se fue. Se lo cedí a destiempo. Como una metáfora de mi vida.
Me senté a ver el anteúltimo tren que pactó la empresa. Un rápido a Retiro. Miré el reloj, eran 10:47. Subí de imprevisto. Quería escapar adonde sea, necesitaba sentir el sonido de la maquinaria chocando sobre los rieles -y todo esto que me haga olvidar mi presente.
Pronto dormí, llevado por un sueño pesado que me invadió sin aviso previo; ni una mísera trompeta de despedida...


El metal chocando con mi cabeza, y desperté. Abrí los ojos; por la ventana se erguía un paisaje desconocido: montes desolados, tierra de colores gris y ocre, y un cielo violeta, salpicado por unas nubes anaranjadas. No había signos de vegetación -al menos que conociera.
Bajé del tren dando pasos espaciados, verificando que nada sea una alucinación. No había habitantes, no recepción.
Un viento enorme se abalanzó sobre mí, devolviéndome al tren. Choqué con un asiento.


- Debemos sacarle info
- Que no, que no, q
- Me parec
- uesto no da
- ¿Que no da pelotu?
- ¡Me pica mepica!
- eimportanteque naaaaaada, REITERO, naaaaada...
- do? Idiota???
- !!!TRASCI
- ¡Me pica!
- Buenoeh
- ENDA!!!
Se dio un silencio. Yo los veía, ellos me veían. Empezaron a gritar salvajemente; me dolía mucho la cabeza, casi creí que moría... Y entonces, sentí el movimiento de una frazada sobre mí.


La habitación era pulcra y futurista; parecía sacada de ``Los Supersónicos´´. Las ventanas daban al espacio, la negrura y estrellas en cantidades infinitas, que aún así, un día se destruirán con nosotros.
- Le doy la cordial bienvenida a Oerzas, Sen.
- ¿Sen?
No entendía qué era esa cosa viscosa que me hablaba, me daba miedo. Tosió, se acomodó una parte. Sí, parecían ir desnudos y, encima, lo tienen todo en el mismo lugar que nosotros.
- Perdone, ustedes se dicen señor, cierto...
- ¿Donde estoy? -Quería volver a Devoto urgente.
- Oerzas, la estación espacial del planeta Sideria.
El miedo me estaba invadiendo. Ni siquiera me dijo Urano o Plutón: Sideria. ¿Que era eso?
- Ustedes le llamarían Andrómeda a nuestra galaxia -dijo, y yo enmudecí. Ni siquiera sabía si era cierto, pero enmudecí igualmente.
- Sáquenme de acá -gemí.
El ser viscoso se fue arrastrando sus 'piernas' hacia la puerta blanca. Quedé solo, pensando en los empedrados, el tren, la estación con sus luces de baja calidad, amores de Secundaria que no vi más... Hasta que apareció de nuevo el ser viscoso, acompañado de un ser verde de unos dos metros y medio. Pasó la puerta a gatas, de hecho -de ahí mi cálculo. El Viscoso y El Verde quedaron charlando en un idioma entre gutural y sincrónico. Parecía francés en unas palabras, en otras era coreano, y resonaba en el ambiente un estilo muy alemán de pronunciar ciertas palabras, sobre todo al final de su charla.
- Suéltenme -dije con voz firme, cuando dejaron de hablarse y sólo se miraban.
- En un ratito te soltamos -dijo El Verde, sonriendo.
Movió sus manos formando nubes con sus dedos. Yo miré hipnotizado, y me arrastré en las mareas del sueño mas turbulento y duro que recuerde.


Sólo puedo contar de mi sueño cosas horribles.
Sombras negras en un lugar seco y ardiente. Ellas se descomponían y volvían a rearmarse; fundiéndose con el fuego, emanaban en figuras mas aterradoras y decadentes que antes.
Un prado de hierbas negras; yo corría; detrás mío, un espantapájaros desecho me perseguía con una motosierra. Me envolvió un sonido espantoso y atronador (me hacía recordar a pasajes del disco ``Loveless´´ de My Bloody Valentine, en un momento) que me detuvo...
...para volver a pasar por el lugar seco y ardiente; que luego se volvió un páramo desquiciado, con gentes gimiendo de dolor, violaciones a mansalva, niños degollados tirados en el suelo, El Verde penetrando con un garrote a El Viscoso, una dama blanca siendo rapada con cuchillos por gente vestida de nigromantes, quienes, con los cabellos, formaban sogas con las cuales jugaban a colgar parejas de enamorados... Cosas más indescriptibles y extravagantes...
``¿¡Que mierda es esto?!´´


Poco después desperté (Al menos, lo sentí como un tiempo corto; ¿fue en verdad fue así?). Me sentí mas ligero. ¿Estaba drogado, fue un sueño? No importaba, porque estaba en Retiro, plácidamente tirado en el furgón. Por la luna y la oscuridad circundante, supe que era de noche. Me reconfortaba.
Oí el ruido del tren en movimiento. Vi por la ventana el cartel que decía ``Villa del Parque´´, y, según percibí, se dirigía hacia Devoto. Sonreí aliviado.


Volver al Sur, diría el cineasta. Podría gritar que vale la pena vivir (luego de lo sucedido, con razón); pero no, no lo vale; no mientras siga esperando en la estación a mi amigo. Que él esté en Urquiza para mí es lo mismo que esté en Júpiter, en un aspecto; en el otro, es una distancia tan triste que no emociona, solo apena el corazón...

2 comentarios:

  1. Me encanto lo que escribiste.
    Besos buen comienzo de semana.

    •L•

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  2. Gracias por pasarte por mi blog :)

    ¡saludos!

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