jueves, 23 de febrero de 2012

A todas las filosofías
les vi un defecto.
Mis ojos no brillan,
palidecen de afecto.

A algunas mujeres
les saqué pesadillas;
a otras tantas,
solo dinero.

Paseando por Parque Patricios
me cambié de vía,
me sumé a un cielo.

Con un mero libro en las manos,
pasé de la herida
a un nuevo concepto.

(A este concepto le gusto llamar 'De la cruz a la flor')


Los pedazos de la antigua fe quedan inertes en un callejón; no, en un espacio gigante, una bóveda de colores varios guiados por pobres y por ricos. Nunca deseé tanto algo como alejarme de las ruinas de la fe anterior. Ahora, con un objetivo determinado, pienso lanzarme a la aventura, al viaje que me depare el círculo eterno. Un trayecto espinoso, un deseo inconcluso, peleas con seres imaginarios y reales, dolor, culpa, represión, dogma; eso muere para despertar algo mas libre y limpio, aún indeterminado pero con fragancia a loto; no, al mas exquisito incienso, alguno dedicado para reyes terrenales. No creo que me crean, no quiero que me quieran, pero sí quiero quererme y quiero creerme; hago lo correcto.
Y si no hago lo correcto, cosa mía.

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