Estático parezco, pero
verás que así no estoy:
soy una rama tiesa
en una aglomeración
que no se vio jamás
en este suelo de metálico
y asfalto pintado.
Debajo de la cobertura
existe otro planeta,
solitario, lejano,
que puede tener paralelos
con el paisaje del mundo
luego de seis estaciones
al norte en tren.
A nadie interesa,
ya que todos nos movemos
con la fluidez líquida.
Entre pinturas, hojas,
fotografías inmóviles,
fortificaciones de aluminio,
envoltorios grasosos
de Pellegrini y Corrientes.
Y cruzo, cruzamos,
la avenida mas ancha.
Será mito o casualidad
que cruzo corriendo
y camino el cruce.
El sol se eleva como gran
foco eléctrico en el éter,
que ya es celeste-grisáceo.
Miro, observo, camino,
sin detenerme camino
como corresponde a la marea.
A veces quisiera estar en el
centro del planeta porteño
gritando ''¡Amor!''
para despertarme.
No se, un desatino,
una rebeldía.
Pronto se disipa el deseo,
se lo lleva el colectivo.
Retorno a la ciudad tranquila,
al Parque, aún lejos.
En todo este trayecto,
el amor estuvo solo en mi mente,
resguardado,
como así lo quiero yo.
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